Dedicarse hoy a la educación conlleva ensayar nuevos modos, innovar para facilitar cada día los aprendizajes. Con las nuevas tecnologías se han multiplicado las posibilidades, recursos y personas para aprender, y constituyen toda una poderosa herramienta al servicio del aprendizaje personal y docente.
Aunque no todos han acogido la irrupción de las tecnologías con la misma actitud, es preciso un acercamiento natural a las mismas. Más que en ningún otro momento las relaciones humanas están influenciadas por la red y las transforman. También la educación y la formación se ven claramente transformadas y no pueden permanecer ajenas a la red de relaciones que la era digital ha posibilitado. Internet se ha convertido en la mayor fuente de información, conocimiento y comunicación y, con ello, el aprendizaje ha salido de los espacios formales, institucionalizados. No lo podemos desaprovechar.
El deseo de aprender nos ha llevado a muchos a sumergirnos en las redes sociales. Ahí hemos encontrado publicaciones, opiniones, personas que hacen aportaciones valiosas. El flujo de información resulta desbordante, lo que nos obliga a poner orden, organizar, descartar… Poco a poco te vas alojando en la red y comienzas a interactuar, compartir reflexiones, opiniones o lecturas y tu huella digital cobra otra dimensión.
Así es como construyes un entorno digital en el que aprendes, y que, como educador, te va a ayudar a a desarrollar además tu labor en las aulas. Es ése un lugar privilegiado para aprender investigando, organizando y construyendo nueva información personal con los recursos que podemos encontrar. En este sentido los educadores debemos cumplir un papel de facilitadores, de guías de los alumnos ante la ingente cantidad de recursos. Combinando contenidos, pasión, metodologías activas, lograremos capacitar mejor a nuestros alumnos con aquellas competencias indispensables en el mundo cambiante que les tocará vivir.